domingo, 26 de mayo de 2019

Ábrete Mar.








Ábrete mar, para que yo pueda entrar en tus aguas y que me acaricien.
Ábrete mar, para que encuentre frescura y el alma se me alivie.
Ábrete mar. Que tus olas me lleven donde quieran, que tu arena se funda con mi cuerpo.
Ábrete y deja que encuentre lo infinito de tu fondo, que el silencio alivie mi amargura, que la brisa me envuelva y me consuele.
Mar que me tranquiliza y me da sosiego, abreme un camino y deja que me sumerja en tu espuma.
Mar inmenso y divino, ayúdame a llegar donde no me es posible, donde se encuentra aquello que tanto amo.
Ayúdame Mar a sentir que sigo viva, aun con el alma rota.

miércoles, 1 de mayo de 2019

¿VOLVEMOS A PONERNOS TACONES?CAPITULO VII- LA MERIENDA




Llego al Califa y observo que lo han reformado totalmente. Cuando yo lo conocí lo único que había de marroquí, aparte del nombre,  eran unas lámparas horribles y unos colores algo redundantes. Ahora lo habían ambientado con  unos sofás estilos árabes bajitos…demasiado bajitos, sin brazos y con muchos cojines.
 Las mesas eran también bajas, acordes con los sofás. La iluminación, a pesar de la hora temprana era tenue. Los colores que dominaban eran el verde anís, morado y azul oscuro.
Para mi gusto seguía recargado pero al menos ahora sí hacia honor a su nombre. Habían también varios pufs, que a mi particularmente me olían a camello, casi a ras del suelo, y lámparas de cristal combinadas con hierro forjado.
Para terminar de crear ambiente habían encendido unas velas que desprendían un olor un poco cargante.
Allí, al fondo del local, estaban las Nenas medio desparramadas por el suelo con una gran cachimba en el centro de la mesa con sabor a menta limón, según pude comprobar luego.
— ¡Ya era hora guapa!, te ha costado venir ¿eh?, me dice Almudena, toda roja por la inhalación que acababa de hacer.
—No mujer, es que me quede adormilada.
— ¡Joder con tanto dormir¡ Aquí estamos pensando ya en el viernes. No te puedes imaginar lo que tenemos programado.
—No, no quiero imaginarlo—, miedo me da de pensarlo
Intento acomodarme como puedo metiéndome cojines en los riñones, cruzo las piernas estilo buda y me pido un té verde pensando en sus propiedades antioxidantes, voy  a comenzar a cuidarme.
Ellas están en lo suyo, dando chupetones a las mangueras que salen de aquella enorme pipa.
Matilde está muy contenta, como siempre,  y de vez en cuando levanta su hermoso pompis para cambiar de postura. La verdad es que los asientos no son muy  cómodos, pero muy “chic”, dijo ella.
— ¿Dónde anda Carolina?, ¿no ha venido?, pregunto.
—Mírala—, dice Matilde, —está de relax—.
Junto a la barra hay una puerta que da a un patio estilo mozárabe, donde hay colocado una especie de tumbonas con doseles de velos blancos. Y allí esta ella, cual reina mora.
—Bueno y ¿qué es lo que habéis pensado?, pregunto asustada.
— ¿No te acuerdas? Hoy nos toca la fiesta de pijamas. ¡Como hacíamos antes! ¿Te acuerdas?, Almudena esta ilusionada como una joven adolescente.
Me muero de risa, pero ¿qué les ha pasado a éstas? ¿Han sufrido un rejuvenecimiento mental? ¿Se han metido en alguna máquina que las ha hecho retroceder en el tiempo?
— ¡Ole, ole, eso es lo que hay que hacer, echar cojones a la vida!, ¡Vamos a  lo importante: ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo?!—, Matilde no para de dar chupetones a la cachimba.
Sin esperar respuesta y medio atorada por el humo grita:
— ¡En la mía, en la mía! Por cierto, ¡cenamos pizza! Yo me encargo de comprar las chuches y todo lo necesario y luego hacemos cuentas. Tú, Almudena, llévate el Karaoke.
—Nos vemos en mi casa a las nueve ¿os parece bien?
—Caaarooool, ven aquí. Que te quedas dormida, chica.
Carolina se acerca y me parece ver en sus ojos un brillo muy especial. Ha llorado.
— Carol ¿Qué te pasa?, le digo dándole un abrazo.
— No sé, Laura, me he puesto a pensar y me he emocionado.
Se sienta junto a nosotras y se restriega los ojos. No quiere permitirse volver a sentir de nuevo aquel inmenso dolor por el que había pasado, pero a veces era inevitable.
Matilde, vuelve a acomodar su culo en el sofá, y noto que su rostro ha cambiado. Ella nunca expresa sus  sentimientos pero yo sé que es imposible que nunca se sienta mal. En algunos momentos, en el fondo de sus ojos podía ver la tristeza, pero sentía tanto amor por la vida que no se dejaba vencer. Ella sabía que era  nuestro timón y nuestra fuerza, así que cambiaba «el chip» y su mirada volvía a resplandecer.
— ¡Carolina! ¿Qué te tengo dicho?, cuando estés sola dedícate a pensar que vas a hacer para pasarlo bien, nada más. ¡Ése es el secreto!
—Pues yo a veces echo en falta una pareja, dijo Almudena.
Todas le miramos extrañadas. Nadie había hablado nunca de eso.
—No me miréis así, vosotras no estáis tan sola como yo. A veces, cuando llego a casa  me siento triste. Nadie me espera y cuando me acuesto siento un enorme vacío.
Almudena sigue abierta al amor, está convencida de que su media naranja anda por ahí y ella quiere encontrarla.
— ¡Nosotras te ayudaremos Almudena!, además con lo linda que eres no vas a tener problema, dice Carolina, ya repuesta.
—Hemos tenido mala suerte ¿verdad? A veces pienso que igual somos nosotras las culpables de que nos haya ido tan mal, dice Almudena con voz tímida.
— ¡Y una mierda! ¿Cómo podéis alguna pensar que ha sido culpa nuestra? ¿Que hemos hecho mal para que unos cerdos nos hagan tanto daño? Matilde, no sé cómo lo hizo, pero había dado un salto y con los ojos espantados,  nos señalaba con el dedo.
— ¡Que no se le ocurra a ninguna pensar eso!, no lo consiento.
—Estoy convencida de que habrá hombres buenos por ahí, pero nosotras hemos ido a parar con lo peor de lo peor, seguía meneando su dedo. ¡Y no ha sido culpa nuestra! Y tú, Almudena, no te preocupes que tú puedes encontrar el amor, tu pareja, tu media naranja y todo lo que quieras, pero deja de martirizarte. Y muy importante, si encuentras a alguien, piensa no una, ni dos, sino doscientas veces, si te conviene. Además ¿por qué cojones hay que vivir en pareja? Joder, no tiene por qué ser el estado perfecto, digo yo.
— Y ahora, a lo importante. Hemos quedado a las nueve Carolina.
—Vamos a pasarlo escandalosamente bien, dice Matilde mientras con el puño de su chaqueta, limpia una lagrima indiscreta que caía por su rostro.
Mientras preparo la mochila para lo que iba a ser una noche inolvidable, recordé la cantidad de fiestas de pijamas que habíamos organizado después de mi último batacazo amoroso.
 Claro que la mitad de la noche me la pasaba llorando y gritando lo birrias que eran los hombres que había conocido, así que tomé una decisión que terminó de una vez con mi esperanza de encontrar a mi hombre ideal.


Safe Creative #1905020797895