martes, 25 de junio de 2019

...Y lloraré siempre tu ausencia






El dolor no cesa, el llanto no se aplaca. Y pasa el tiempo y todo sigue igual. 
Tu ausencia es insufrible , tu partida me atormenta.
Los recuerdos no se alejan, vuelven una y otra vez, y no cesan de lastimar mi alma. 
¿Cuando se apagara este llanto que de mi corazón brota al recordarte?
¿Que vacío dejaste en mi corazón que no se ocupa?
Lágrimas que brotan y fluyen sin control...y pasa el tiempo y nada cambia.

martes, 18 de junio de 2019

Llueve en mi corazón




Llueve en mi corazón, y cada gota es un recuerdo, alegre o doloroso.

Llueve en mi corazón, y cuando las nubes se disipen y vuelva el sol, reanudaré mi vida. 

Pero la lluvia no cesa, me embarga, me moja y todo mi ser se queja y no puedo hacer nada.

Llueve en mi corazón y el cielo no aclara. Oscuro y triste llora, como llora mi alma y yo permanezco bajo esas gotas que nublan mi vista, que atrapan mi vida.

jueves, 6 de junio de 2019

¿Volvemos a ponernos tacones?- CAPÍTULO VIII-FIESTA DE PIJAMAS-


Sigo preparando  la  bolsa pensando en lo boba que he sido siempre. A ver…que no se me olvide nada.
Creo que sufro de  una importante inestabilidad emocional que me ha llevado a vivir en un mundo irreal.
Además de eso, creo que he sido siempre un poco bipolar: a veces soy una mujer fuerte, activa e inteligente, o bien me convierto en una imbécil, idiota y boba.
  Cuando llego a casa de Matilde ya está allí toda la peña. Hay un bullicio espectacular, bolsas y mochilas llenan el recibidor y en la sala de estar hay una mesa redonda enorme con toda clase de chucherías, enormes cuencos con palomitas de maíz y  botellas de licores y refrescos.
— ¡Oleeeee!, ¡ya llego la mujer más alegre del mundo! Todas aplauden.
— Hola a todas. ¿Qué tal lo lleváis? Son las nueve en punto. Hoy he sido puntual Mati.
—Estamos aquí desde hace rato preparándolo todo. Matilde tiene bastantes ganas de pitorreo, por lo que veo. Se acerca a mí y me coloca una corona de reina hecha con cartulina brillante dorada en la cabeza y un collar de flores de papel en el cuello.
Ya tiene  los ojillos brillosos,  seguramente se habrá tomado ya un par de copazos. Esta mujer es una esponja.
En la entrada a la sala, en una pared,  habían montado una especie de photocall cuyo fondo era un enorme poster de bomberos en prendas menores. Alrededor de la foto colgaban montones de globos de colores. Al lado había una mesita adornada refinadamente y sobre ella montones de pintauñas de colores, mascarillas faciales, tarritos de perfume, y lo peor, pintura de colores para el cabello.
Me acomodo en una butaca, observando la ilusión de cada una de ellas. No paran de hablar.
Almudena se acerca a mí y casi me muero del susto. No me había dado cuenta de que su rostro estaba cubierto por una mascarilla blanca, sus uñas pintadas a dos colores y su pelo lleno de mechas azules.
—Joder chica ¡que susto!
— ¿qué tal me ves? Ya han hecho una primera prueba conmigo.
—No te veo. ¿Qué te has puesto en la cara?
— Es una mezcla casera que ha hecho Carlota con manzana, clara de huevo, y limón. Tienes que probarla, veras como te deja la piel. Mientras hablaba la mascarilla se iba cuarteando.
— Vamos a empezar con una sesión de manicura, peluquería y estética… ¿Qué te parece?
— ¡Genial!
Estoy empezando a arrepentirme de haber venido. No me fio de estas ni un pelo.
— ¡Venga, que se nos hace tarde!, Matilde ya había hecho su clásico horario bien  organizado.
— ¡Atentas todas! ¡Comienza la hora “Belleza”!
Como locas toman posiciones alrededor de la mesa, picoteando gominolas y sirviendo las primeras margaritas de la noche. No tengo ni idea de en qué consiste la primera parte, pero habiendo visto a Almudena esto no me huele nada bien.
Carlota que alardeaba de su curso on line: Estética—Maquillaje y Manicura Profesional, iba a ser la encargada de darnos una nueva imagen.
Una a una vamos pasando por sus manos. Ella  nos masajea el rostro con sus maravillosas mascarillas caseras. Hay que tenerla puesta veinte minutos. Mientras tanto,  va decorando nuestras uñas  a dos colores con mariposas posadas sobre ellas. Todo un trabajo artesanal.
Almudena la ayuda pintándonos preciosas mechas azules y moradas en el pelo, mientras su mascarilla comienza a agrietarse. Todo ello acompañado de un jolgorio digno de adolescentes:
— ¡Me encanta! ¡Genial!
— ¡Esto es una pasada! se miraban al espejo doble aumento que había sobre la mesa.
Preciosas todas con el rostro blanco y el pelo de colores.
—Me pica, dice Almudena con voz penosa como no queriendo molestar.
Carlota muy dirigente, va hacia ella y le limpia una zona. Se le había puesto la piel enrojecida y llena de puntitos sobresalientes. Pobre mía, su aspecto era tal cual hubiese cogido el sarampión.
—No te preocupes que sea una reacción a algún componente.
— ¿Para eso tanto curso?, pienso yo.
—Agua fresca y en unos minutos se te pasa.
No me creo nada. Esto va a traer cola.
El resto de componentes, haciendo caso omiso, siguen mirándose las unas a las otras y mostrando sus uñas encantadas por el acabado.
Yo sigo sentada en la mesa sin gesticular palabra intentando que la mascarilla no se caiga a trozos. Mi uñas, mordidas por el estado nervioso de los últimos acontecimientos, no han quedado muy elegantes con aquellos tonos rojos y verdes.
Solucionado ya el percance ocurrido en el rostro de Almudena, y con nuestras pieles hidratadas, pasamos al photocall. ¡Estupendo!.
— ¡Chicas, todas con la mano en el mondongo del rubio!, Matilde, tan ferviente como siempre.
Carolina se encarga del reportaje y todas nos apiñamos ante aquellos cuerpos atléticos haciendo muecas idiotas  con las manos apoyadas en el miembro de aquel semental.
— ¡Ahora, todas a besar al que podamos!, sigue con sus  magníficas ideas de poses sexys.
Intento empinarme para achuchar a aquel morenazo que había detrás de mí, claro que besar la pared no es muy agradable.
Pasada la sesión fotográfica, nos sentamos de nuevo alrededor de la mesa. Ya tenemos hambre y decidimos encargar unas pizzas. No hay acuerdo sobre los ingredientes y hay que echarlo a suerte. ¡Qué difícil es todo con estas chicas!
¡Haz tu pedido a domicilio! ¡Rápido y fácil!, dice el folleto.
Pasados siglos, llaman a la puerta. Matilde sale corriendo y al abrir se encuentra con un apuesto repartidor con cinco enormes cajas que desprendían un apetitoso olor: ¡Pobre chaval!
A la voz de ¡Chicaaaaaaas!, todas se apresuran hacia la puerta formando un corro.
— ¡Holaaaa!— ¿Cómo te llamas?
— ¿Quieres unas palomitas?, debes de estar agotado.
Esto es una vergüenza. ¡Que salidas están!
.Al muchacho le tapan media cara las cajas pero la verdad es que sus ojos son preciosos. Lo está pasando fatal, solo quiere soltar las malditas pizzas pero nadie se las coge.
—Son veintidós euros, se atreve a decir. Su voz suena tímida.
—Siiii, claro, enseguida. ¡Chicas, la pasta! El pobre chico ya no puede más con tanta poca vergüenza, así que entra abriéndose paso y deja las pizzas sobre la mesa spa que habíamos estado utilizando. Abe su mano con cara de arrepentid de haber cruzado la puerta.
—Señoras, por favor, tengo que seguir repartiendo, ¿pueden pagarme para marcharme?—
— ¿Señoras? ¿Nos has dicho señoras? A mí personalmente, me has ofendido—, Matilde cuando saca su mal genio es una impresentable.
Hay que mediar ante aquella situación, así que rápidamente abro el bolso y le pago al pobre chico que se daba patadas en el culo por las escaleras.
Ya con las pizzas en la mesa, nos ponemos manos a la obra y cenamos entre carcajeos y bromas. Con el estómago a punto de explotar tenemos que pasar a la segunda parte que consiste en: O bien en cantar como cotorras con el karaoke o ver por enésima vez nuestra película, Love Story. Optamos por esta opción aun a sabiendas de que todas terminaremos a llanto vivo.
Nos acomodamos unas junto a otras, con los cuencos de palomitas y pañuelos de papel sobre nuestras faldas. A media película ya empieza Carolina a sonarse los mocos: es la primera en emocionarse.
A mí personalmente, me cansa un poco tanta dulzura y amor sublime. Además tiene un final demasiado trágico para mi estado anímico actual, así que opto por irme al balcón desde donde se divisa una hermosa playa iluminada por farolas. Puedo ver a las parejas pasear y chicos con sus perros jugando.
Pienso en que nunca jamás volveré a pasear de la mano por una hermosa playa. Me he dado por vencida. Gracias al destino que se empeñaba en llevarme por caminos cada vez peores, había conocido  a aquel hombre que iba a ser el remate final a mi vida amorosa Safe Creative #1906071096128