Sigo preparando la
bolsa pensando en lo boba que he sido siempre. A ver…que no se me olvide
nada.
Creo que sufro
de una importante inestabilidad
emocional que me ha llevado a vivir en un mundo irreal.
Además de eso, creo que
he sido siempre un poco bipolar: a veces soy una mujer fuerte, activa e
inteligente, o bien me convierto en una imbécil, idiota y boba.
Cuando llego a casa de Matilde ya está allí
toda la peña. Hay un bullicio espectacular, bolsas y mochilas llenan el
recibidor y en la sala de estar hay una mesa redonda enorme con toda clase de
chucherías, enormes cuencos con palomitas de maíz y botellas de licores y refrescos.
— ¡Oleeeee!, ¡ya llego
la mujer más alegre del mundo! Todas aplauden.
— Hola a todas. ¿Qué
tal lo lleváis? Son las nueve en punto. Hoy he sido puntual Mati.
—Estamos aquí desde
hace rato preparándolo todo. Matilde tiene bastantes ganas de pitorreo, por lo
que veo. Se acerca a mí y me coloca una corona de reina hecha con cartulina
brillante dorada en la cabeza y un collar de flores de papel en el cuello.
Ya tiene los ojillos brillosos, seguramente se habrá tomado ya un par de
copazos. Esta mujer es una esponja.
En la entrada a la
sala, en una pared, habían montado una
especie de photocall cuyo fondo era un enorme poster de bomberos en prendas
menores. Alrededor de la foto colgaban montones de globos de colores. Al lado
había una mesita adornada refinadamente y sobre ella montones de pintauñas de
colores, mascarillas faciales, tarritos de perfume, y lo peor, pintura de
colores para el cabello.
Me acomodo en una
butaca, observando la ilusión de cada una de ellas. No paran de hablar.
Almudena se acerca a mí
y casi me muero del susto. No me había dado cuenta de que su rostro estaba
cubierto por una mascarilla blanca, sus uñas pintadas a dos colores y su pelo
lleno de mechas azules.
—Joder chica ¡que
susto!
— ¿qué tal me ves? Ya
han hecho una primera prueba conmigo.
—No te veo. ¿Qué te has
puesto en la cara?
— Es una mezcla casera
que ha hecho Carlota con manzana, clara de huevo, y limón. Tienes que probarla,
veras como te deja la piel. Mientras hablaba la mascarilla se iba cuarteando.
— Vamos a empezar con
una sesión de manicura, peluquería y estética… ¿Qué te parece?
— ¡Genial!
Estoy empezando a
arrepentirme de haber venido. No me fio de estas ni un pelo.
— ¡Venga, que se nos
hace tarde!, Matilde ya había hecho su clásico horario bien organizado.
— ¡Atentas todas!
¡Comienza la hora “Belleza”!
Como locas toman
posiciones alrededor de la mesa, picoteando gominolas y sirviendo las primeras
margaritas de la noche. No tengo ni idea de en qué consiste la primera parte,
pero habiendo visto a Almudena esto no me huele nada bien.
Carlota que alardeaba
de su curso on line: Estética—Maquillaje y Manicura Profesional, iba a ser la
encargada de darnos una nueva imagen.
Una a una vamos pasando
por sus manos. Ella nos masajea el
rostro con sus maravillosas mascarillas caseras. Hay que tenerla puesta veinte
minutos. Mientras tanto, va decorando nuestras
uñas a dos colores con mariposas posadas
sobre ellas. Todo un trabajo artesanal.
Almudena la ayuda
pintándonos preciosas mechas azules y moradas en el pelo, mientras su
mascarilla comienza a agrietarse. Todo ello acompañado de un jolgorio digno de
adolescentes:
— ¡Me encanta! ¡Genial!
— ¡Esto es una pasada!
se miraban al espejo doble aumento que había sobre la mesa.
Preciosas todas con el
rostro blanco y el pelo de colores.
—Me pica, dice Almudena
con voz penosa como no queriendo molestar.
Carlota muy dirigente,
va hacia ella y le limpia una zona. Se le había puesto la piel enrojecida y
llena de puntitos sobresalientes. Pobre mía, su aspecto era tal cual hubiese
cogido el sarampión.
—No te preocupes que
sea una reacción a algún componente.
— ¿Para eso tanto
curso?, pienso yo.
—Agua fresca y en unos
minutos se te pasa.
No me creo nada. Esto
va a traer cola.
El resto de
componentes, haciendo caso omiso, siguen mirándose las unas a las otras y
mostrando sus uñas encantadas por el acabado.
Yo sigo sentada en la
mesa sin gesticular palabra intentando que la mascarilla no se caiga a trozos.
Mi uñas, mordidas por el estado nervioso de los últimos acontecimientos, no han
quedado muy elegantes con aquellos tonos rojos y verdes.
Solucionado ya el
percance ocurrido en el rostro de Almudena, y con nuestras pieles hidratadas,
pasamos al photocall. ¡Estupendo!.
— ¡Chicas, todas con la
mano en el mondongo del rubio!, Matilde, tan ferviente como siempre.
Carolina se encarga del
reportaje y todas nos apiñamos ante aquellos cuerpos atléticos haciendo muecas
idiotas con las manos apoyadas en el
miembro de aquel semental.
— ¡Ahora, todas a besar
al que podamos!, sigue con sus
magníficas ideas de poses sexys.
Intento empinarme para
achuchar a aquel morenazo que había detrás de mí, claro que besar la pared no
es muy agradable.
Pasada la sesión
fotográfica, nos sentamos de nuevo alrededor de la mesa. Ya tenemos hambre y
decidimos encargar unas pizzas. No hay acuerdo sobre los ingredientes y hay que
echarlo a suerte. ¡Qué difícil es todo con estas chicas!
¡Haz tu pedido a
domicilio! ¡Rápido y fácil!, dice el folleto.
Pasados siglos, llaman
a la puerta. Matilde sale corriendo y al abrir se encuentra con un apuesto
repartidor con cinco enormes cajas que desprendían un apetitoso olor: ¡Pobre
chaval!
A la voz de
¡Chicaaaaaaas!, todas se apresuran hacia la puerta formando un corro.
— ¡Holaaaa!— ¿Cómo te
llamas?
— ¿Quieres unas
palomitas?, debes de estar agotado.
Esto es una vergüenza.
¡Que salidas están!
.Al muchacho le tapan
media cara las cajas pero la verdad es que sus ojos son preciosos. Lo está
pasando fatal, solo quiere soltar las malditas pizzas pero nadie se las coge.
—Son veintidós euros,
se atreve a decir. Su voz suena tímida.
—Siiii, claro,
enseguida. ¡Chicas, la pasta! El pobre chico ya no puede más con tanta poca
vergüenza, así que entra abriéndose paso y deja las pizzas sobre la mesa spa
que habíamos estado utilizando. Abe su mano con cara de arrepentid de haber
cruzado la puerta.
—Señoras, por favor,
tengo que seguir repartiendo, ¿pueden pagarme para marcharme?—
— ¿Señoras? ¿Nos has
dicho señoras? A mí personalmente, me has ofendido—, Matilde cuando saca su mal
genio es una impresentable.
Hay que mediar ante
aquella situación, así que rápidamente abro el bolso y le pago al pobre chico
que se daba patadas en el culo por las escaleras.
Ya con las pizzas en la
mesa, nos ponemos manos a la obra y cenamos entre carcajeos y bromas. Con el
estómago a punto de explotar tenemos que pasar a la segunda parte que consiste
en: O bien en cantar como cotorras con el karaoke o ver por enésima vez nuestra
película, Love Story. Optamos por esta opción aun a sabiendas de que todas
terminaremos a llanto vivo.
Nos acomodamos unas
junto a otras, con los cuencos de palomitas y pañuelos de papel sobre nuestras
faldas. A media película ya empieza Carolina a sonarse los mocos: es la primera
en emocionarse.
A mí personalmente, me
cansa un poco tanta dulzura y amor sublime. Además tiene un final demasiado
trágico para mi estado anímico actual, así que opto por irme al balcón desde
donde se divisa una hermosa playa iluminada por farolas. Puedo ver a las
parejas pasear y chicos con sus perros jugando.
Pienso en que nunca
jamás volveré a pasear de la mano por una hermosa playa. Me he dado por vencida.
Gracias al destino que se empeñaba en llevarme por caminos cada vez peores,
había conocido a aquel hombre que iba a
ser el remate final a mi vida amorosa