Cuando sea vieja, vestiré de morado chillón, con un sombrero rojo que ni haga juego ni me quede bien, y me gastaré el dinero de mi jubilación en coñac y guantes de verano, y sandalias de raso.
Y diré que no hay dinero para mantequilla.
Me sentaré en el pavimento cuando esté cansada y devoraré
las muestras gratuitas de las tiendas, y oprimiré todos los botones de alarma
que vea, y rasparé con mi bastón los barandales de las calles.
Y compensaré la austeridad de mi lejana juventud.
Saldré a caminar bajo la lluvia en zapatillas, y arrancaré
flores de jardines ajenos, y aprenderé a escupir, que nunca lo he hecho…
Pero, creo que tal vez debiera practicar un poco todo eso
desde ahora mismo.
Así la gente que me conoce no se asombrará, ni se
escandalizará al ver que, de pronto, soy vieja y me empiezo a vestir de morado
chillón.
Anónimo.