Cuanto daría por volver a estar en tu regazo,
sentir tu mano tibia sobre mi pelo,
tus labios dulces sobre mi rostro, tu suave canto a mi oído.
Cuanto daría por volver a abrazarte entera,
no soltarme de tus brazos y quedarme dormida junto a ti.
Y ahora que no estás no encuentro el camino;
no puedo oír tu voz, ni tu risa, ni tu llanto.
Y sueño despierta que te tengo, que me llamas,
que te observo, que me miras y vuelves a acariciarme,
y te siento junto a mi.
Pero te arrancaron de mi lado y el camino se hace penoso
y no encuentro huella alguna que me pueda llevar a ti.
Cada instante es un recuerdo, cada minuto una evocación,
cada día creo que vuelves, que volvemos a enlazarnos,
a sonreír, a
conversar...
Pero el silencio sigue ahí, como un demonio me persigue.
Y entonces, en mi soledad, vuelvo a intentar revivir cada
momento
porque no quiero olvidar ni un segundo de la vida que
tuvimos juntas y es que aún no puedo creer que no voy a volver a verte, madre.